Hoteles en Toledo

El barrio de los Canónigos tiene un tesoro: uno de los mejores hoteles de Toledo. Construido sobre siete casas-patio antiguas, se ha transformado en un refugio lleno de historia. Durante su rehabilitación, se descubrieron pinturas murales góticas y renacentistas, arcos de herradura y yesería califal, que se mantienen como parte de la decoración de las habitaciones. Dormir así, rodeado de historia, es un lujo que pocos pueden ofrecer.

Las habitaciones, además de ser espaciosas y acogedoras, ofrecen vistas excepcionales a la catedral o al Alcázar. Cuenta también con un pequeño spa con baños de vapor, una piscina de vitalidad y un banco con calefacción en el que disfrutar de los beneficios de una pared de sal del Himalaya. Por su parte, el desayuno-bufé es un festín: te recomiendo no saltártelo. Además, el hotel organiza visitas guiadas con las que podrás descubrir la historia de cada rincón de este lugar único.

Entrar aquí es como retroceder en el tiempo. Este alojamiento, uno de los mejores hoteles de Toledo, está en el corazón de la ciudad, ocupando el antiguo palacio de la emperatriz Eugenia de Montijo. Te enamorará su aire señorial y una decoración que mantiene la esencia del pasado. Todas las habitaciones cuentan con detalles elegantes como las camas con dosel. Eso sí, no les falta un toque moderno que garantiza el confort durante la estancia.

Uno de mis espacios favoritos es el spa. Trabajan con Natura Bissé y ofrecen tratamientos corporales y faciales, además de masajes relajantes. También te recomiendo disfrutar de la gastronomía en el restaurante Federico, que ofrece un menú inspirado en la cocina toledana con platos como el estofado de perdiz. Después, toma un expreso martini en el bar del vestíbulo y llévate algo dulce para pasar la noche. El mazapán toledano nunca falla.

Si paseas por Toledo, te darás cuenta de la influencia de un artista: el Greco. Pues bien, se dice que el palacio del siglo XVI donde está este alojamiento, uno de los mejores hoteles de Toledo, fue diseñado por él mismo. En su día, acogía a grandes personajes del mundo de las artes y hoy hace lo mismo con quienes viajan a la ciudad.

Aunque no se encuentra en el centro, tiene otros alicientes. El primero son sus modernas instalaciones y el segundo son las habitaciones amplias y con una decoración clásica, pero muy acogedora. Te será difícil salir de esa cama. Personalmente, disfruté mucho de la vista al Tajo y a los jardines del hotel, que te recomiendo recorrer en algún momento. El spa fue otro de los lugares que más me gustaron. Además, el restaurante Quixote es fantástico: preparan un solomillo con pan hojaldrado y champiñones memorable.

Este encantador hotel boutique es especial desde el primer momento, especialmente para los amantes de la música. Situado en la antigua casa del famoso guitarrista Paco de Lucía, ha sido transformado en un espacio donde se encuentran la historia y el arte. Cada rincón está lleno de detalles que rinden homenaje al artista, desde los nombres de las habitaciones hasta los espacios comunes. Sus 5 habitaciones son muy especiales. Te recomiendo Luzia, que tiene balcón y una chimenea.

Me fascinaron todos los espacios, desde el patio hasta el estudio de grabación, donde se respira la esencia del músico, con instrumentos y objetos personales que se conservan como si estuvieran esperando ser usados nuevamente. El restaurante Entre Dos Fuegos es una experiencia en sí mismo: la magia surge alrededor de una barra. Reserva una tarde en sus baños árabes y no te olvides de subir a la terraza; los atardeceres desde allí son inolvidables.

Este parador con vistas panorámicas a la ciudad tiene algo especial. Situado en un edificio de inspiración mozárabe, su majestuosidad se ve reflejada en cada detalle: desde las impresionantes bóvedas de los pasillos hasta el ambiente relajante de sus jardines. La habitación en la que me alojé era amplia y luminosa, con unas vistas que me dejaron sin palabras, sobre todo al atardecer, cuando el horizonte, con Toledo al fondo, se tiñe de dorado.

Es uno de los mejores hoteles de Toledo y lo es por muchas razones. La comida del restaurante también merece mención. Opté por los clásicos: las migas del pastor y la perdiz estofada. Si el día lo permite, pide comer o cenar en la terraza mientras admiras las vistas al río Tajo. Es el hotel que elegiría para una escapada en verano, porque su piscina, para los días calurosos, es excepcional.

Si lo que buscas en un hotel es hacer un viaje al pasado, este es tu sitio. Y no hacia algo obsoleto, sino hacia un lugar que respira encanto por los cuatro costados. Este alojamiento boutique, uno de los mejores hoteles de Toledo, es un tesoro para quienes aman la historia. Sus raíces se remontan al siglo IX y guarda secretos en cada rincón, desde un medio arco de herradura de la época califal hasta elementos renacentistas.

Las habitaciones, todas diferentes, te enamorarán por detalles como el mobiliario antiguo y la decoración de otra época, pero también hay espacios más actuales, como el de la habitación siglo XXI. El desayuno está incluido en la reserva y tomarlo en el patio central es una delicia. Querrás probarlo todo, pero te recomiendo que no te pierdas los bizcochos caseros y las tostadas con huevos revueltos, pavo y queso.

Si te gusta estar en el centro de todo, y me refiero a cuando viajas a una ciudad, este hotel es el destino perfecto. Con una ubicación privilegiada en plena plaza Zocodóver, asegura también un descanso superlativo. Solo tiene 12 habitaciones, todas decoradas con un gusto exquisito y con amplios ventanales por los que admirar la histórica plaza y los cielos de Toledo que, siglos atrás, inspiraron a El Greco. Mi favorita es la Junior Suite, con detalles en color verde y mucho encanto.

El desayuno se sirve directamente en mesa en el Café Español y no faltan productos exquisitos como el jamón ibérico, los quesos o la bollería casera. ¡Mi favorito para empezar el día con energía! La mano de su propietario, el reconocido chef Adolfo Muñoz Martín, se nota. Y una cosa más: la terraza en las alturas tiene unas vistas impresionantes al Alcázar.

A solo unos minutos en coche del casco histórico, esta finca toledana redefine el concepto de descanso exclusivo. Con 43 habitaciones y villas cuidadosamente diseñadas, cada una ofrece algo diferente, desde terraza-solárium privado hasta acceso directo a un jardín que se extiende sobre cinco hectáreas o bañeras de hidromasaje. Todas ellas invitan a desconectar y hacerlo en uno de los mejores hoteles de Toledo, rodeado de olivos, jardines con fuentes y con vistas privilegiadas a esta ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Ofrecen visitas guiadas por el cigarral y organizan clases de yoga privadas para empezar el día estirando y relajando cuerpo y mente. Lo mejor, sin duda, es su piscina, en la que relajarse tras un día de turismo o picar algo mientras disfrutas del sol. Si te enamoras, y nunca mejor dicho, que sepas que organizan bodas espectaculares y tienen varios premios que reconocen su labor al respecto.

Ubicado en la emblemática judería y a pocos pasos de la icónica sinagoga de Santa María la Blanca, este hotel, uno de los mejores de Toledo, es mucho más que un alojamiento. El edificio, una antigua fábrica de harinas de finales del siglo XIX, sorprende por su imponente fachada neomudéjar. Una vez en el interior, el pasado da paso al presente, renovado para el confort moderno. Sus 35 habitaciones son sencillas, pero elegantes, y algunas cuentan con bañera de hidromasaje para darte un baño tras una jornada sin parar.

Su restaurante, La Fábrica de Harinas, es uno de mis favoritos en la ciudad. En su propuesta podrás saborear productos locales con un toque moderno. Prueba la ensalada de lomo de orza, las empanadillas fritas de ropa vieja con hummus y el canelón de perdiz a la toledana. No fallarás. Cuando hace buen tiempo, lo mejor es reservar en la terraza.

Toledo es la ciudad de la tolerancia y, además de palacios, también tiene antiguas casas árabes convertidas en alojamiento. Esta es una de ellas y tiene un encanto sin igual, lo que la convierte en uno de los mejores hoteles de Toledo. Lo primero que me enamoró fue el patio central, el corazón del espacio, que está decorado con piezas únicas, como cabeceros barrocos del siglo XVIII, cerámicas o pinturas italianas.

Las habitaciones, todas diferentes, te trasladarán a otra época y te harán pensar que estás en un riad en un destino lejano. Pero lo que más me gustó fue lo acogedoras y cómodas que son. A la mañana siguiente, el desayuno que incluyen con la reserva se sirve en el aljibe, un espacio que servía antaño para guardar el agua. La terraza domina toda la perspectiva sobre la ciudad y las vistas a la catedral son impresionantes.